– A pesar de las denuncias de fraude electoral y la falta de pruebas por parte del oficialismo, potencias extranjeras continúan apoyando al gobierno de Nicolás Maduro por intereses estratégicos y geopolíticos.
Pekín.- Nueve meses después de las controvertidas elecciones del 28 de julio de 2024, en las que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela declaró vencedor a Nicolás Maduro, la polémica en torno a la legitimidad de su mandato persiste. El órgano electoral, ampliamente señalado por su cercanía al chavismo, no ha podido presentar evidencia clara que sustente el triunfo de Maduro, lo que ha alimentado la desconfianza tanto a nivel interno como internacional.
Frente a la negativa del CNE de mostrar las actas de votación completas, buena parte de la comunidad internacional ha decidido reconocer como presidente legítimo a Edmundo González Urrutia, el principal candidato de la oposición. González Urrutia ha hecho públicas más del 80% de las actas, que indican que no solo ganó, sino que lo hizo por un margen significativo. A pesar de esto, Maduro continúa en el poder con el respaldo firme de gobiernos como los de China, Rusia e Irán.
El apoyo de estas potencias no es gratuito ni puramente ideológico. Para China, Venezuela representa una fuente importante de recursos naturales y una oportunidad de afianzar su influencia económica en América Latina mediante acuerdos energéticos y proyectos de infraestructura. Rusia, por su parte, ve en Caracas un aliado estratégico que desafía la hegemonía de Estados Unidos en el continente y le permite proyectar poder militar y diplomático más allá de Eurasia. Irán, en cambio, aprovecha la relación para sortear sanciones y mantener una presencia simbólica en el hemisferio occidental.
A medida que la crisis institucional venezolana se profundiza, el respaldo de estos tres países no solo prolonga el gobierno de Maduro, sino que también consolida un bloque de alianzas que desafía abiertamente el orden internacional liderado por Occidente. Mientras tanto, los ciudadanos venezolanos continúan atrapados en una realidad marcada por la incertidumbre política, la polarización y el estancamiento económico.
