– «El barco ha llegado a la costa»: Así anunció la ONU que después de más de 15 años de negociaciones para proteger los océanos.
Nueva York, EU. – «El barco ha llegado a la costa». Así anunció la ONU que después de más de 15 años de negociaciones, finalmente los países se pusieron de acuerdo para proteger los océanos a nivel global.
El Tratado de Altamar mantiene vivo el objetivo 30×30 –conservar el 30% de los océanos del mundo para 2030–, con la creación de áreas marinas total o altamente protegidas.
El antecedente más próximo de un acuerdo internacional para la protección de los océanos data de 1982, con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
La alta mar comienza donde terminan la Zona Económica Exclusiva de los países, a un máximo de 200 millas náuticas (370 kilómetros) de la costa, por lo que no está bajo jurisdicción de ningún Estado.
La distribución justa de los beneficios económicos de los recursos genéticos marinos, procedentes de plantas y animales que pueden tener utilidad para productos farmacéuticos, procesos industriales o alimentos, fue un punto clave del conflicto en las negociaciones, y cuya resolución tuvo que esperar hasta el último día de las conversaciones.
El objetivo 30×30, acordado en la COP15 de Biodiversidad, no sería posible sin este tratado histórico y vinculante de altamar.
Ahora es vital que los países ratifiquen urgentemente el acuerdo y comiencen a trabajar para crear santuarios marinos en los próximos siete años, con límites a la pesca, las rutas de navegación y las actividades de exploración, como la minería submarina.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en la última evaluación de las especies marinas del mundo, casi el 10% se encuentra en peligro de extinción.
Entre las principales amenazas para la altamar, están la contaminación, el cambio climático, la pesca cada vez más intensiva y las nuevas tecnologías que abren la puerta a la extracción de minerales en las profundidades.
En este sentido, el acuerdo alcanzado en las últimas horas del sábado en Nueva York, exigirá, por primera vez, que se evalúe el impacto de las actividades económicas sobre la diversidad biológica y se apoyará a los países en desarrollo en la construcción de capacidades para actuar en los mares de manera más sostenible.