– En 75 años, China ha pasado de ser un país devastado por la guerra y la miseria a convertirse en una de las principales potencias económicas del mundo, gracias a reformas clave impulsadas por el liderazgo comunista.
Pekín.- En 1949, cuando Mao Zedong llegó al poder, China era una nación empobrecida, mayormente rural y devastada por años de conflicto. La victoria comunista trajo consigo esperanzas de cambio, pero la transformación económica que situaría al país como una superpotencia global no sería obra de Mao, sino de su sucesor, Deng Xiaoping, quien impulsó un ambicioso proyecto de reformas.
El llamado programa de «Reforma y Apertura», iniciado por Deng en la década de 1970, marcó el verdadero punto de inflexión para China. A través de políticas que abrieron el país al mercado global y fomentaron la inversión extranjera, el régimen comunista logró una transformación sin precedentes, sacando de la pobreza a más de 740 millones de personas, según cifras oficiales. Esta hazaña es considerada uno de los logros económicos más notables de la historia moderna.
Hoy, China es una potencia económica de primer orden, con aspiraciones de convertirse en la mayor economía mundial. Su influencia en el comercio global, la tecnología y las relaciones internacionales es cada vez más palpable, consolidando su posición como un actor clave en la geopolítica mundial.
Este ascenso vertiginoso ha sido motivo de admiración y preocupación en igual medida. Mientras que algunos destacan el «milagro económico» chino como un modelo de desarrollo, otros temen las implicaciones de su creciente influencia en el escenario global, en especial en términos de rivalidad con Estados Unidos y otras grandes potencias. Sin embargo, no cabe duda de que China ha logrado una transformación histórica que cambió el panorama económico mundial.